sábado, 12 de mayo de 2018

Sábado 12 de mayo

Sábado de la 6ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 16,23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús nos anima a pedir al Padre, a pedir en su nombre, a pedir como Él y con Él, a pedir con sus sentimientos, con su confianza en el Padre...

No nos hubiéramos atrevido,
si él no lo hubiera hecho
y no nos hubiera invitado
a seguir sus pasos
y a usar sus gestos y palabras
para expresar los sentimientos
más hondos de nuestras entrañas
cuando queremos hablar Contigo.

No nos hubiéramos atrevido,
pero al hacerlo Él, en su vida tan cotidiano,
forzó nuestras resistencias Contigo,
tan viejas, que se remontan al lío del Paraíso,
tan nuevas, que nos ofuscan la vista todavía
y dejan herida nuestra confianza
en Ti, en la vida y en nosotros mismos
haciéndote un desconocido.

No nos hubiéramos atrevido,
mas Él nos donó su Espíritu
para que no fuéramos esclavos
sino hijos libres y hermanos,
que no recaen en el temor nuevamente
sino que gozan de su condición de hijos
sabiendo que a Ti te agrada ser Padre
aunque nosotros seamos olvidadizos.

No nos hubiéramos atrevido
si Él no nos hubiera convencido
y no se hubiera decidido a orar con nosotros
en los buenos y malos momentos
para que gustáramos del diálogo Contigo,
de tu amor fiel, firme y gratuito
y de las caricias más tiernas
que salen de tus manos de alfarero.

No nos hubiéramos atrevido,
a pesar de ser tus hijos,
a llamarte Abba,
Padre nuestro,
Papaíto,
con gracia y respeto
como los niños.

Florentino Ulibarri

Sin embargo, a veces nos cuesta pedir. Decimos: “Dios ya sabe lo que necesito. Me lo dará sin que se lo pida”. Es verdad que Dios no precisa nuestra petición para ser generoso, pero nosotros si necesitamos pedir:
          para hacernos conscientes con humildad de nuestras limitaciones,
          para reconocer agradecidos que todo bien viene de Dios,
          para comprometernos en favor de lo que pedimos,
          para poder acoger los dones que Dios constantemente nos regala y que no disfrutamos por tener el corazón cerrado.

Nos cuesta pedir bien. A veces no sabemos lo que pedimos, no pedimos lo que nos interesa verdaderamente, pedimos pequeñeces cuando Dios quiere darnos lo mejor de sí; pedimos con un corazón tan egoísta que nos olvidamos de las necesidades de los hermanos.
            “Señor Jesús, enséñanos a orar,
            para que podamos saborear el amor del Padre;
            enséñanos a pedir por todos y para todos,
            no sólo por nuestras pequeñas preocupaciones;
            enséñanos a pedir sobre todo el don del Espíritu,
            el don de conocer y cumplir siempre tu voluntad”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.